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LA DIMENSIÓN ECONÓMICA

por Phil Bartle

tradución de Lourdes Sada

Folleto de adiestramiento

Como las otras cinco dimensiones culturales, y como las dimensiones matemáticas de anchura, longitud y profundidad, la dimensión económica de la cultura y la sociedad es una elaboración lógica. Se encuentran en nuestra mente más que en la sociedad o en el objeto que observamos

Así que sea cual sea su tamaño, una institución social tiene una dimensión económica, al igual que un lapicero tiene longitud, aunque sea corto.  Si la dimensión es cero, el objeto no existe.

Para entender la dimensión económica, volvemos a la base de la economía.  Aunque la palabra «economía» en su uso corriente actual suele implicar una economía de mercado, la dimensión sociológica abarca mucho más.

Para simplificar, es la distribución de la riqueza.

Esa riqueza es cualquier cosa de valor: bienes o servicios.  De hecho, son los servicios que los bienes proporcionan los que los hacen valiosos.

La riqueza es también uno de los dieciséis elementos de fuerza de familias, organizaciones y comunidades.

Dos elementos contribuyen al valor económico: que sea (a) relativamente útil y (b) relativamente escaso.  A mayor utilidad, mayor será el valor.  A mayor escasez, mayor será el valor.

Por ejemplo, el aire es muy útil para los animales que lo respiramos.  Normalmente pensamos que es gratis.  Esto se debe a que no es relativamente escaso: está por todas partes.  Pero si agarro a alguien por el cuello y le amenazo con cortarle el suministro de aire, le demostraré el gran incremento que ha sufrido su valor.  Pregunte a cualquier buceador si es valioso el aire para respirar cuando se encuentra en una botella bajo el agua,  y verá qué responde.

A la inversa, hay algunos minerales y elementos de la tabla periódica que son muy escasos.  Como no parecen tener ningún uso, su valor es aún bajo.  Para ser valioso, un bien o un servicio debe ser ambas cosas: escaso y útil.

Como dimensión, existe dimensión económica en todas las unidades sociales, desde la menor -la interacción entre un dúo (dos personas)- a la mayor -un país entero (como Canadá).

En las charlas y prensa de cada día, se supone que la dimensión económica está relacionada con el dinero.  No obstante, dinero no es lo mismo que riqueza.  El dinero es una medida de la riqueza, una forma de almacenarla y una manera de intercambiarla o distribuirla.  Si toma dos piezas de dinero, por ejemplo, un billete de cinco dólares y otro de cien, no existe diferencia en su valor intrínseco.  Ambos pueden utilizarse, por ejemplo, para liar un cigarrillo o para limpiarse en el servicio de una cafetería cuando descubrimos que no hay papel higiénico.  Es nuestro sistema de fe y creencias (nuestra cultura) el que da un valor veinte veces superior al billete de cien dólares que al de cinco.

Cuando estudiamos las sociedades simples, sobre todo aquellas cuya tecnología se basa en la recolección y la caza, nos dan pistas sobre la distribución no monetaria de la riqueza.  Por ejemplo, podemos ver que cuando alguien llega a casa con unas bayas o un animal que ha cazado, es muy probable que lo comparta con los miembros de la familia e incluso con los vecinos.  No hay dinero que cambie de manos.  No se suele esperar un intercambio o una compensación inmediata.  Como sucede con los regalos, debe implicar ciertas obligaciones tácitas, o es posible que la distribución se base solamente en obligaciones familiares.

Estudiemos ahora nuestra compleja sociedad canadiense.  Cuando el dinero y los principios mercantiles de intercambio o distribución se añadieron a nuestra cultura, no se perdieron los antiguos principos de la distribución.  Todavía ofrecemos regalos en los cumpleaños, y algunas fiestas anuales, como la Navidad.  Los padres todavía alimentan a sus hijos sin esperar que les paguen en efectivo o con tarjeta de crédito.  Los regalos y las obligaciones familiares, como principios de distribución económica, son instituciones que se remontan en la historia a los tiempos anteriores a la creación del dinero y los mercados.

Cuando alguien abre la caja de su almuerzo y le ofrece una galleta o un trozo de bocadillo, no se presupone obligación alguna, aunque el acto se considere una confirmación de la amistad que les une.

Cuando su profesor le da la lata sobre el tema de turno, se está distribuyendo riqueza.  Aunque pague gastos escolares, sólo cubren alrededor de la séptima parte del coste de poner a ese profesor ante usted. El gobierno y las donaciones privadas proporcionan el resto.  No se exige un pago inmediato en la clase por la distribución de esta riqueza en forma de conocimiento, información o sabiduría.

El trabajo de mantener en funcionamiento una casa -lavar los platos, hacer las camas, cocinar, limpiarle la nariz a los pequeños- es riqueza.  Con la creación y desarrollo de la economía de mercado, estas tareas se han dejado atrás –– desfase cultural, por así decirlo –– como resíduos de las sociedades premercantiles.  Pero no desaparecen.  Puesto que son formas de trabajo de las que se suelen encargar las mujeres (cosas de mujeres), esta labor suele estar infravalorada.  Desde las dos oleadas del movimiento femenino, este hecho se ha convertido en un asunto delicado, por el ideal de igual paga por igual trabajo y el dilema de determinar cómo y cuánto pagar por las tareas domésticas.

Podemos lograr un profundo entendimiento de la dimensión económica de nuestra sociedad actual observando el orden en que las nuevas formas se han añadido a las antiguas.  El primer gran salto llegó con la revolución agrícola, y la creación del excedente agrícola.  Esto provocó el ascenso de las ciudades y ciudades estado, donde la aristocracia, los comerciantes, los militares y la policía consumían el alimento excedentario, sin olvidar a los escribas que además hacían el seguimiento del excedente.  Era una redistribución estatal de riqueza, originada por la invención de la escritura de palabras y números.  No es coincidencia que unos siglos después, en español moderno, la palabra «cuento» signifique relato y «cuenta» sea una declaración bancaria.

Aunque se utiliza dinero para los salarios y otros gastos, pagar por tener policía es una forma moderna de distribución estatal.  Los gobiernos, sean municipales, provinciales o federales, recaudan los impuestos de los contribuyentes y los gastan en poner en marcha las fuerzas policiales que los protegen.  Una ocupación relacionada, la extorsión violenta que practica el crimen organizado (la «mafia») suele aplicar tarifas según el acuerdo: el dueño de un negocio está protegido (de la propia mafia) si paga el precio de la extorsión.  A diferencia de un departamento de policía, no se trata de una redistribución estatal de riqueza.

Un sistema sanitario es una moderna redistribución estatal hasta el punto que se utilice el dinero de los impuesto para cubrir gastos, pero forma parte de la economía de mercado desde el momento que se recurre a la «tasa por servicio» para cubrir estos gastos.

El trueque no ha tenido gran importancia en el desarrollo de los sistemas económicos.  El problema es que el intercambio directo, sin dinero, limita las opciones de los comerciantes.  Incluso los esquemas modernos de personas que intercambian sus servicios y productos para evitar el pago de impuestos, recurren con frecuencia a sistemas contables para simular dinero, el llamado «dinero verde», que permite que las personas proporcionen los bienes o servicios que puedan, pero sólo compren los que quieran.

El pago de diezmos a la iglesia es una forma intermedia de redistribución estatal, en la que se exige un donativo que la iglesia gasta según sus propias prioridades, en lugar de hacerlo de acuerdo a los deseos de los donantes.

La ideología comunista defiende un sistema de redistribución estatal «de cada uno según sus posibilidades, a cada uno según sus necesidades».  Esto sólo se ha practicado en comunidades simples dedicadas a la recolección y la caza, y sería extremadamente difícil de aplicar en una sociedad moderna.

Según se iban haciendo más complejas las sociedades, y la división del trabajo se expandía mucho más allá de la media docena de funciones principales necesarias en las antiguas ciudades y estados, la invención del dinero era inevitable.  El primer dinero fue algún tipo de bien, relativamente duradero, que podía tener un valor intrínseco, como las vacas.  Más tarde se hizo evidente que el dinero cumplía su objetivo (almacenar, medir o intercambiar riqueza) si estaba compuesto de algo que no pudiera utilizarse para nada más.  El oro, por ejemplo, ya no aparece en nuestras monedas.

Otro concepto descubierto por las ciencias sociales al observar otras sociedades, y que después se ha demostrado aplicable a la nuestra, es el de las «esferas de intercambio». En muchas sociedades ganaderas, por ejemplo, se puede «comprar» una esposa a cambio de vacas, pero no se puede cambiar por cosas como comida o herramientas.  Volviendo a nuestra sociedad, vemos que los cónyuges porporcionan sexo y afecto, sin esperar un pago como compensación.  Si se venden en el mercado, interviene un conjunto distinto de valores, y la profesión se llama prostitución, o más a menudo, algún nombre peyorativo.

Con los niños es similar.  Queremos tenerlos.  Los consideramos algo precioso.  Son relativamente escasos y útiles.  Pero comprarlos y venderlos es inmoral e ilegal.

Los niños y el sexo son por tanto dos áreas de nuestra sociedad moderna en la que existen esferas de intercambio, y no se considera ético cruzar de una a otra.

Aunque los principios básicos de la economía son los mismos, la sociología y la economía los ven de forma muy diferente.

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La dimensión económica

La dimensión económica
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Última actualización: 2012.02.08


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